jueves, 4 de octubre de 2007

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Aquí adentro solo existen los genios, ellos son los mortales, aquellos que tienen el privilegio de la muerte. Lo otro es lo anónimo, lo inmortal; la tierra de labranza de los genios. Recuerdo cuando tenía nombre, fué antes de aprender la palabra de los dioses, cuando el tiempo eran gotas de sangre. Me dejé seducir por la inmortalidad, por el poder sobrenatural de sus palabras. Ellos nunca conocieron mi nombre, nunca les interesó, solo deseaban mis átomos. Ahora busco mi nombre, pero solo encuentro letras desordenadas.