sábado, 15 de junio de 2013

The virtuality of hypersocialization



Hypersocialization is more a consequence of virtualization (Deleuze) than of technology itself. The importance of the latter is because it constitutes the historical incarnation of a virtual economy (a.k.a cyberspace). It is the resemblance between cyberspace and the mind, that has led to a revival of the interest on Hegel.

Virtuality itself is also a historical order, although of higher temporality than cyberspace. There are moments in history which are characterized not by virtuality, where content and form are looking to complement each other (totems?); but by their dichotomy, where content and form repel to avoid their mutual destruction (pre-victorian clocks or early victorian mimetism).  Often the repel takes the form of a dichotomy between in and out, skin and organs. The skin takes 'organic' form as to create an interface between the acidity of the metal and the softness of the eye.

La época victoriana no es un espacio de estable virtualidad o estable dicotomía, es un espacio de negociación; es un incipiente collage de parches grandes.  Se negocia una nueva representación de lo inmanente.  La larga revolución industrial ha puesto en marcha la molecularización del diálogo cibernético (interface carbono-metal-silicio).  El futurismo (fascismos de izquierda y derecha) como ejemplo del fetichismo de lo moderno (encarnado en lo abstracto).  El fetichismo de los suburbios americanos del 50 (fetichismo de la familia nuclear?) como oposición reaccionaria al fetichismo industrial del realismo soviético.  El fetichismo cyberpunk (la máquina victoriana produce fuerza, la máquina cyberpunk produce nostalgia), el fetichismo del no fetichismo (la iconografía iconoclasta, el realismo utilitarista, el decoro protestante, el nihilismo).  Fetichismos nostálgicos y vanguardistas, entre naciones, entre clases sociales, entre subculturas [1].

Las condiciones para la estetización del arte son, en gran medida, las mismas condiciones para la socialización de la experiencia individual [2].  El espacio urbano fue la primera gran invasión bárbara al arte (clásico) y a la individualidad; el ciberespacio es su continuación acelerada [3].

'The art of living' of Ranciere's reading of Schiller is nothing but another claim of virtuality; the historical claim that art has become political and politics has become artistic.  Analogous claims can be found in the cypherpunk movement: "code is politics and politics is code", and also in the political ecology of Latour: "politics is nature and nature is politics".  It may not be fortuitous, these may all be driven by the increasing tecno-control of humanity on nature and on individuals.


[1] La palabra fetichismo suele invocarse para denunciar el uso tóxico de la metáfora, pero suele esconder algo más.

[2] Hablo de estética como 'arte' que responde a racionalidades no autocontenidas, no siempre racionalidades directamente políticas, también de distinción como desigualdad (elegancia) y como diferencia (subcultural) entre otras.  Lo enfrento a la palabra arte, entendida como el arte clásico de la figura autocontenida (semidios).

[3] Lo de primera invasión es un decir. Uno podría pensar que el lenguaje es la primer y más radical revolución ontológica sobre la individualidad, pero no hay razón por la cual empezar allí y no en un proceso biológico precedente.  De hecho, es difícil entender la existencia del individuo en un estadio precedente al lenguaje, lo que pone de relieve el hecho de que el individuo siempre ha sido una ficción histórica (toda ficción precisa de un canal de socialización, de una corporalidad pública).

lunes, 10 de junio de 2013

¿Pero a razón de qué lo humano? (homenaje al pie de página)


A razón de sí mismo diría quizás un místico de la estética o un esteta de la mística, pero quizás no esté tan equivocado; en el humanismo podría estar la clave para la disolución política (ontológica) del ser humano.  Me refiero a un humanismo estético, no político; humanismo como realismo, en tanto el realismo es ficción de lo real. Humanismo entendido como ese mar primigenio e itinerante que es la sangre (a la Llinas); el eucariota es un procariota en traje de astronauta. Un humanismo como familia, como ficción ontológica [1].  Mantener al rey convencido del poder que tuvo el primer y único antepasado noble, el único que no era rey pero se convirtió en uno a razón de su poder superior como plebeyo; el único poder real, el poder inmanente, la primera fluctuación irreversible.

En la estética pues estaría la clave para una modernidad sostenible.

[1] Quizás a eso se refería Kubrick en la última imagen de Odisea del Espacio (la ficción del humanismo!), situar la utopía en el núcleo de la nave, y esta utopía es una noción histórica, el escogió el mobiliario de la Francia aristocrática (bueno más o menos); muy acertado pues el sueño del aristócrata ilustrado ha sido una de las utopías más caras desde la república… quizás eso es también el sueño; un regreso a nuestra zona de confort ancestral, un regreso a la nave nodriza, a Ítaca, dormir y despertar es un viaje en el tiempo y el espacio, no de nuestro cuerpo, pero de nuestro ego que es el verdadero viajero intergaláctico.  Pero hay aquí que tener cuidado de no equivaler completamente la metáfora de Kubrick, el historicismo estético, que se sitúa en el plano histórico del lenguaje, de la cultura, y que es muy vulnerable a la crítica de la nostalgia, con la metáfora de Llinas, el historicismo 'estructural' de la sangre como continuación de la sopa primigenia. Encarnan dos facetas de la historia, dos temporalidades (y territorialidades), uno diría que lo estructural es más real, a pesar de ser histórico, que lo cultural o estético, pero ambos son muy reales, tanto como lo es la historia que es el vehículo de lo real; es solo que existen en diferentes temporalidades; si la estructura material de la vida pudiese cambiar fácilmente, de lo orgánico al silicio por ejemplo, entonces empezaríamos a ver nuestro afecto por las cadenas carbonadas como una forma de nostalgia (cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia).  Más que reducir toda temporalidad histórica (cultural o material) a la diana de la nostalgia, quisiera invitar a ver el historicismo (su inercia) cultural con la curiosidad y reverencia que el materialista reserva a los objetos puramente estructurales, y claro, ver el historicismo material con la curiosidad e irreverencia del artista (termino como siempre comienzo: persiguiendo la catarsis dialéctica de la consciencia).