miércoles, 14 de julio de 2010

Entre la ética y la ley: paradojas del lenguaje

El hombre, destruirse en la violencia o deconstruirse en la paz?

La violencia nos devuelve la existencia que nos arrebata la paz. Es la ruptura que nos define. Pero no es la sangre derramada, no es el golpe seco o el plomo entre la carne, esos son sus adjetivos, sus avatares históricos. La violencia es signficado, no significante. El pacifista nace en la dialéctica de la guerra y la paz, pero necesita superar ese fetichismo para poder avanzar en el camino infinito. El pacifista no debe buscar la paz, debe alfabetizar a la violencia. La labor paradójica del pacifista es la de ser un burócrata reformista, construir el consenso para que fluya grácil el disenso, como el arquitecto que diseña el espacio como preámbulo de la vida. Aún no hemos desterrado la violencia de sus significantes físicos. Éste es un frente pacifista que no debe dar tregua. Pero permítanme hablar de otro frente: la violencia comunicativa. Si para el pacifista de la guerra, la violencia comunicativa es un aliado, para el pacifista de postguerra es el enemigo. Pero es un enemigo difícil de identificar porque si el pacifismo es alfabetizar la violencia, como pues alfabetizar algo que ya está alfabetizado? debemos construir un nuevo lenguaje para demostrar que hay un lenguaje mas allá del lenguaje. Es fácil reconocer la diferencia entre la violencia física, la verbal y la letrada porque son lenguajes que se diferencian a un nivel muy básico: el golpe como significante físico, el sonido como significante verbal y la letra como significante de lo letrado. Pero la ubicuidad de contraejemplos contemporaneos como la escritura oral y la oralidad escrita empiezan a presionar el cambio de paradigma en la concepción de las instancias del lenguaje, ya no en terminos exclusivos de sus significantes materiales, sino también en terminos más sutiles que bien podriamos asociar al universo gramatical. La humanización de la guerra es un ejemplo donde la "alfabetización" de la violencia no implica un trasteo a las formas verbales o escritas. En contraste, se intenta introducir una gramática de la guerra. Se preserva así el encuentro físico violento pero ya no bajo la convicción de la violencia absoluta [1]. Igualmente debemos emprender una humanización del lenguaje, crear una gramática que lleve la violencia a otra dimensión lingüística. Si es cierto que la violencia sin nombre propio nos es propia y que todo lo demás es un epifenómeno de este principio [2,3], entonces existe una función creativa en el diseño y/o escogencia del lenguaje donde pretendemos proyectar la violencia. Pero este no siempre se presenta como proceso creativo, a menudo se presenta como un proceso para contener la violencia absoluta.

El establecer una continuidad de la violencia que logre trascender sus significantes físicos posee implicaciones inesperadas en la ética occidental. Si bien existe claro consenso entre los pacifistas occidentales en hacer uso de la ley para replegar la violencia física, no existe el mismo consenso en el terreno de la violencia comunicativa. Si dicha continuidad es válida, como pues entender esta falta de consenso? –note que la crítica ética si aplica a ambos espacios: el físico y el comunicativo–. Una mirada más detallada nos revela que la aparente ruptura jurídico-histórica no es tal, las teocracias siendo un ejemplo patente. Para ello hay que comprender que la definición de violencia intolerable no posee una objetividad metafísica. Es un producto social emergente, que bien puede terminar por monopolizar la categoría como también coexistir con otras definiciones de violencia intolerable. Así, una sociedad que se concibe diversa debe traducir dicha concepción en libertades concretas (libertad de expresión, de culto, etc.) ya que cada grupo en la sociedad posmoderna posee una concepción diferente de libertad. Pero el paradigma de la sociedad liberal es incompleto. Las sociedades no solo están en constante redefinición, también están en constante definición. En la sociedades modernas conviven procesos de disenso (contracultura, oposición política, etc.) como también procesos de consenso (derechos fundamentales, politicos, economicos, etc.). Entonces la universalidad de la violencia física como un intolerable, puede entenderse como proceso emergente (al menos en el terreno de lo jurídico, a menor velocidad en lo cultural). La explosión cámbrica de la revolución industrial aún retumba en la cultura como la sensatez de la libertad, pero con el tiempo es posible que se sedimenten ciertas convicciones y que puedan atravesar el tabú de la libertad legal de expresión. Es una ley del péndulo pero a nivel de significados no de significantes; la tradición también avanza, lo hace superando viejos significantes (el inquisidor y Robespierre están separados por un abismo, pero ambos imponen una sola fé: la del cristianismo medieval y la del republicanismo jacobino). O por ejemplo, a nivel biológico, existen etapas evolutivas en que la tolerancia sexual a nivel genético es mayor o menor. Cuando se concluye un ciclo, el nuevo regimen de tolerancia no necesariamente coincide con el regimen de tolerancia anterior en sus criterios de compatibilidad. Las especies evolucionan adquiriendo nuevos rasgos que eventualmente consideran "propios" y los "defienden" con un impulso "conservador" (la variación en el color de los ojos es mayor que la del número de dedos). Desde esta perspectiva podemos ver que la vigencia de los mecanismos conservadores o de la tradición no escapa al relativismo histórico. Volviendo a la violencia, queda de relieve la relación paradójica ya citada del pacifista: por un lado es liberal al intentar cambiar las practicas de una violencia considerada anacrónica, y por otro lado, especialmente al reconocer la continuidad con la violencia comunicativa, queda de manifiesto que también es un proceso antiliberal al intentar definir una gramática que eventualmente intenta ser asegurarada por los medios del poder centralizado.

Post Relacionados: Ethics, Law and the Political End of Philosophical Debates (Blog: CritiCAS).

[1] Cabe aclarar que toda violencia adjetivada es histórica, y que por violencia absoluta en realidad me refiero a violencia anacrónica.

[2] Si bien la retórica es metafísica, esta afirmación es concebida como una hipótesis teórico-práctica.

[3] El aspecto epifenoménico de la violencia solo emerge desde la visión posthistórica, donde el evento histórico no solo es entendido en su relación causal. Esta visión comparte el mismo dominio de validez que el de la filosofía de la segunda modernidad (filosofía como formato cultural y/o como epigénesis de la historia).

PD_1. : la mentirilla biológica es casi real. Creo que en principio se puede construir un argumento similar pero más fiel a la biologia evolutiva. Dejemoslo provisionalmente como una mentira retórica.

PD_2 : La pregunta es: ¿por qué para la sociedad moderna el control de la violencia en el lenguaje debe pertenecer al terreno de lo ético mientras que para la violencia física es legítimo aliarse con el poder centralizado –a través de la jurisprudencia–? Si asumimos la continuidad entre la violencia comunicativa y física, esto implica dos posibles devenires del activismo pacifista: (i) el control jurídico y ético del lenguaje –estrategia antiliberal– o (ii) el control exclusivamente ético de la violencia física, en igual condición con la violencia comunicativa –estrategia liberal–.

PD_3: Postular una continuidad entre la volencia física y comunicativa se adscribe a un programa "funcionalista". Compartiendo así, muchas de sus limitaciones. Limitaciones que bien pueden ser resueltas en complemento con elementos "estructuralistas".

PD_4 (respuesta a PD_2): ¿por qué para la sociedad moderna el control de la violencia en el lenguaje debe pertenecer al terreno de lo ético mientras que para la violencia física es legítimo aliarse con el poder centralizado –a través de la jurisprudencia–? La respuesta puede estar relacionada con el hecho de que las sociedades modernas  están estructuradas alrededor del monopolio de la fuerza. Un paralelo biológico se encuentra en la evolución del Sistema Nervioso Central. Acaso el monopolio de la fuerza pueda ser comparado con el sistema somático del componente motor (el sistema atónomo sería la burocracia?) Las dinámicas sociales sujetas al control ético antes que jurídico pueden compararse con procesos intracerebrales los cuales se caracterizan por una relación más reciproca entre las partes, especie de antagonismo funcional que contrasta con la relación jerárquica de los procesos somáticos.

PD_5: Respecto al ciclo represivo/liberal hay un libro reciente de Tim Wu (The Master Switch: Rise and Fall of Information Empires) donde se trata el tema en el contexto de los medios de comunicacion. Otra referencia interesante aunque mas coyuntural se encuentra en el articulo de Hernando Gomez Buendia Algo nuevo en Wikileaks? (Razon Publica).

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